‘Mula’: dilemas morales, peligros y arrepentimientos en el final de una vida

Hay películas a las que acudes sin expectativas, películas que no sabes muy bien si habrá merecido la pena o si van a resultar una pequeña decepción. Luego, hay películas que tienes que ver sí o sí, porque sabes que están escritas y dirigidas por genios y su nivel de emotividad está asegurado. Así es ‘Mula‘, la última película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood que explora la vida de Earl Stone, un hombre con un sueño y que perdió absolutamente todo lo que era importante para él. Su obsesión por su imperio de las flores lo alejó de su familia, y eso lo ha llevado a tomar una decisión radical, a pesar de su avanzada edad: trabajar como mula transportando droga en la frontera entre Estados Unidos y México.
Han pasado diez años desde que el director de Gran Torino decidió protagonizar una de sus películas. Una vez más, Eastwood nos lleva a explorar emociones complejas de la forma más simple. En esta ocasión, hablamos de soledad, remordimiento y el camino hacia el perdón. Earl no ha actuado como debía a lo largo de su vida y, con tal de compensar a aquellos que le acompañaron, será capaz de poner en riesgo su integridad. Su estilo de vida siempre fue la de vividor, egoísta y sin apreciar a su familia. Hundido en la miseria y la soledad, caerá en una forma fácil de ganar dinero, pagando así cada uno de sus pecados.
Es un hombre anticuado, lleno de prejuicios, pero que vive a su aire. Este drama también cuenta con puntos de acción, protagonizados por el cartel de la droga, que le dan tensión a la escena y nos aparta del apacible viaje de Eastwood por las carreteras de Estados Unidos y México. Reparamos en la belleza del paisaje, en las pequeñas cosas de la vida del personaje, en los escasos momentos de felicidad llana y simple. Porque es esa la esencia, la fragilidad de la vida, de una flor, de las desavenencias de la vida.
‘Mula’ nos habla del camino a la perdición y del camino a la redención. Nos habla de humanidad y de dolor. Nos habla de perdón. Porque aceptar los errores es el primer paso hacia la felicidad. Y puede, que esa rutina que nos llena cada día, se encuentre en el lugar más inesperado.
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