‘El juego del calamar’: la ficción coreana que sacudió Netflix

Entender el fenómeno Netflix es, en ocasiones, un auténtico lío. Aunque llena de auténticos dramones, culebrones de lo peor, pasteladas de poca monta y ficciones destinados a un público adolescente lleno de feromonas no vamos a negar que encontramos alguna que otra joyita o éxito. Esa es la cuestión, la cultura de la inmediatez. Cada semana, Netflix estrena un mogollón de series, haces binge watching para sumarte a una conversación efímera y continúas con tu vida. Semana tras semana. Y mientras tanto, el gigante de las plataformas audiovisuales está sufriendo pérdidas debido a la elevada apuesta en ficciones y la disminución de clientes, que siguen ahí pero comparten cuentas. Porque la realidad es que esta situación es insostenible. Netflix, HBO Max, Prime Video, Starzplay, Movistar, Filmin, Disney +…¿queréis qué siga? ¿Quién tiene bolsillo para esto? Estoy segura de que, muy pronto, experimentaremos la selección de la selección…o el gran regreso de plataformas pirata.

Pero, ya no solo es la gran cantidad de plataformas, sino la gran cantidad de ofertas. Hace unos días teníamos los Globos de Oro y, entre la gran lista de nominaciones, podíamos ver series y películas de toda índole. Y claro, para ver absolutamente todo tienes que repartirte. Pero, si analizamos bien, ¿cuántos estrenos hay a la semana? Por supuesto es imposible verlo todo. La burbuja audiovisual está a punto de explotar, lo que llevará a muchas producciones a la ruina, siento ser tan agorera. Pero, por otro lado, tal vez volvamos a apostar por productos de calidad y menos por productos destinados para ser consumidos por almas procrastinadoras.
Lo que sí podemos agradecer es que Netflix nos da la oportunidad de conocer ficciones de más allá de tierras norteamericanas. Porque, si hay un éxito rotundo de 2021 que ha conseguido encandilar a jóvenes y no tan jóvenes, ha sido ‘El juego del calamar’. Es indudable que el éxito de ‘Parásitos’ en los Oscar ha conllevado una mirada sobre las producciones que hablan claramente y de forma cruda de las desigualdades sociales. Ahora, Netflix se atrevía a adaptar esta historia, consumible por un gran público, con tintes infantiloides y un poquitín de gore. Eso sí, claramente Hwang Dong-hyuk no solo ha bebido del film patrio, sino también del afamado cómic Battle Royale, que bien nos cuenta la estructura que ha adaptado para ‘El juego del calamar’.
Seong Gi-hun no tiene donde caerse muerto. Fracaso sin remedio, sin trabajo, un padre descuidado que prefiere apostar a cambiar su destino. Cuando las deudas lo ahogan, un hombre le ofrece ganar dinero a cambio de participar en un juego de bofetadas. Machacado por su contrincante, este le ofrece participar en un juego aún mayor, un evento único en el que podría llegar a ganar 45.600 millones de wones y así cambiar su suerte. La premisa es simple: ¿qué serías capaz de hacer por dinero? ¿Estás dispuesto a cometer los actos más atroces? ¿Arriesgarías tu integridad, tu ética y tu vida por una nueva oportunidad? ¿Y si es a costa de la vida de otros?

Nuestro protagonista se unirá a los juegos más macabros, un recuerdo infantil lleno de sangre que viene a divertir a las clases más altas y las mentes más trastornadas. 456 personas luchando por un premio que les permita cambiar sus vidas. Eso sí, las reglas las ponen otros. Durante el transcurso de la historia, no podremos evitar seguir saltando de capítulo, solo por el mero interés de saber qué va a pasar, aunque nos escandalicen. Nos presentan un listado de personajes, hacemos nuestras apuestas. Sí, nosotros también estamos dentro del juego, aunque no nos demos cuenta a simple vista. Somos testigos del miedo, del suspense, de las atrocidades y de la crueldad de los ricos frente a los más pobres. Es alimentar una pelea de gallos para deleite de los millonarios: Lo más pobres peleándose por unas migajas de pan.
Sinceramente, no me parece que sea un producto revolucionador a la altura de una serie de culto, pero sí que hay que agradecerle algo a ‘El juego del calamar’. Por fin, la sociedad occidental es capaz de mirar más allá de su ombligo y percatarse de la existencia de vida al otro lado del charco. Las series coreanas, el auge del anime o la llegada del K-Pop ha dejado de ser una cosa de “frikis” y más una normalidad. Y eso, amigos míos, es un respiro para muchos.